En este proceso fue perfecta la analogía que en amor me mostraba eso que debía aprender, percibí que la luz de la luna es superficial, pues depende de la luz que el Sol le pueda brindar para poder brillar. Una analogía perfecta que me enseñaba cómo debía mi percepción transformar. Me di cuenta que no quería depender más de lo que no podía controlar, que esta en mí poder constantemente brillar.
Aprendí que los espacios reflejan el estado energético de los seres que los habitan están emanando, por eso la importancia de elevar el estado interno para que esta energía sea la que se extiende en el espacio. Entonces los espacios toman vida, se vuelven funcionales a través de los objetos, colores y distribuciones de los elementos, promoviendo que los seres se conecten con cada elemento para así poner a trabajar el espacio a favor de la expansión y que cada espacio sea un santuario.
Es así como nace el Sol Interior, esa luz que constantemente brilla desde adentro, iluminando cada parte de nuestra realidad para poder crear amor en cada rincón.